Encontrar la inspiración
Me costó un poco de trabajo empezar a escribir este artículo, no me sentía “inspirada”. Y me acordé de la frase, atribuída a Picasso, que dice “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española ofrece diferentes significados de la palabra “inspirar”, que van desde lo biológico (“Atraer el aire exterior a los pulmones”) hasta lo espiritual (“Dicho de Dios: Iluminar el entendimiento de alguien y mover su voluntad “) y lo artístico (“Su- gerir ideas o temas para la composición de la obra literaria o artística”).
Cuando oímos la palabra inspiración, tendemos a pensar en grandes logros, especialmente artísticos: se inspiran los poetas, los músicos, los pintores. Los miembros del exclusivo club al que visitan las musas. Y efectivamente, la inspiración de los artistas y los genios científicos es un fenómeno importante, al que tal vez podríamos llamar “Inspiración” con I mayúscula. Pero el diccionario incluye también otra acepción del término: “Infundir o hacer nacer en el ánimo o la mente afectos, ideas, designios, etc.”. Ésta es la que yo llamaría “inspiración “ con i minús- cula, la que podemos experimentar todos cuando nos sentimos bien y tenemos ganas de hacer algo a raíz de nuestro contacto con una obra o una persona.
Las investigaciones recientes sobre el bienestar revelan que este tipo de inspiración es una de las formas de la positividad, una emoción positiva que nos lleva a pensar y actuar de formas distin- tas y significativas para nosotros. La Dra. Barbara Fredrickson, en su libro Vida Positiva, dice que nos sentimos inspirados cuando nos topamos con la verdadera excelencia humana. Cuando vemos a alguien expresando lo mejor de la naturaleza de las personas podemos ver más allá de lo ordinario y contemplar posibilidades más amplias tanto para nosotros como para los demás. Las investigaciones de esta autora revelan que, junto con la gratitud y el asombro, la inspiración forma parte de las emo- ciones trascendentes, pues nos saca de la absorción en nosotros mismos, nos lleva más allá y queremos expandirnos, hacer una diferencia, crear algo.
La inspiración es una sensación placentera que nos hace querer ser mejores.
Nos podemos sentir inspirados al ver a un atleta realizar una hazaña deportiva increíble, o al enterarnos de que un millonario dona casi toda su fortuna a una organización caritativa, o al leer una novela que expresa maravillosamente algún aspecto del alma humana, o simplemente al ver a una compañera de trabajo cumplir con su labor de manera sobresaliente. Esta sensación es placentera, nos atrae, nos hace querer ser mejores.
Los investigadores como Fredrickson (2009) y Jonathan Haidt (2006) proponen que la inspiración es lo opuesto a la repulsión que a veces sentimos cuando presenciamos lo más bajo de la conducta humana como la violencia y la crueldad.
Jonathan Haidt (2003) incluso habla de que a veces, la inspiración que alguien nos evoca es tan grande, que nos sentimos “elevados” y que esta sensación de elevación es una “emoción moral” porque tiene que ver con el bienestar que va más allá del individuo, con el bienestar social. Este tipo de emociones positivas son disparadas por los actos buenos o admirables realizados por otras personas y a su vez motivan a la gente a hacer cosas buenas. Cuando yo pienso en la “elevación”, pienso en los momentos en los que nos sentimos orgullosos de pertenecer al género humano. Por ejemplo me pasó recientemente cuando ví la película Invictus sobre los primeros meses de la presidencia de Nelson Mandela en Sudáfrica y el campeonato mundial de rugby que se jugó en ese país en 1995. Mandela estuvo 27 años preso y cuando salió de la cárcel, en vez de buscar venganza, se dedicó a perdonar y a trata de reconstruir su país. Eso me parece un ejemplo de lo que los investigadores llaman “belleza moral” y aunque sé que yo nunca podría cambiar un país, los actos de Mandela me inspiran a tratar de ser una mejor persona.
Para aumentar la inspiración en nuestra vida cotidiana podemos, por ejemplo:
• Coleccionar frases e imágenes de personas cuyas ideas y obras nos inspiren. Las podemos poner en nuestra pared o en la pantalla del ordenador.
• Hablar con nuestros amigos y familiares para saber qué y quiénes los inspiran a ellos.
• Leer libros y ver películas, de preferencia en compañía de nuestros amigos o familiares, que retraten la “belleza moral” de las personas.
• Estar en contacto con nuestras tradiciones espirituales
Pero como siempre, tú eres la mejor experta en ti misma. Para pensar en qué te inspira a ti, te invito a contestar estas preguntas:
• ¿Cuándo te has sentido inspirada últimamente?
• ¿Has visto o escuchado algo o a alguien que te hiciera querer dar lo mejor de ti, hacer un es fuerzo mayor de lo normal, imaginar posibilidades que no habías imaginado?
• Piensa en algún algo que hayas hecho de lo que te sientas orgullosa, ¿cuáles fueron tus fuentes de inspiración para lograrlo?
• ¿Quiénes te inspiran en tu vida cotidiana para hacer bien tu trabajo o para seguir adelante?
Espero que este artículo sirva de inspiración para estar más atentos a la inspiración todos los días.
La naturaleza es mi inspiración, el amanecer, un arco iris, un insecto, la belleza de las flores, el azul del cielo, la forma caprichosa de una nube, la inocencia de los niños. Un abrazo Margarita!