El camino hacia la felicidad

El camino hacia la felicidad

Publicado en Mente Sana 52

La felicidad es una actitud vital que todos podemos alcanzar. En los últimos treinta años, los investigadores han identificado los pasos que nos conducen a ella: gratitud, optimismo, compromiso… y se ha visto que una buena parte de nuestra felicidad (aprox. el 40% ) depende de nosotros.

¿Qué es la felicidad? Desde hace siglos, la humanidad intenta responder a esta pregunta. Parece que se trata de algo que no podemos definir fácilmente, aunque todos somos capaces de identificar. En los últimos años ha tenido lugar el desarrollo de la psicología positiva, una parte de la psicología que –a través de la investigación rigurosa– se propone descubrir y promover los factores que nos permiten vivir plenamente.

Sonja Lyubomirsky, una de las investigadoras más importantes en este campo, dice que la felicidad consiste en “sentir gozo, estar contento y vivir un estado de bienestar, combinado con la sensación de que nuestra vida es buena, tiene sentido y vale la pena”. La felicidad es un fin en sí misma, pero, además, está demostrado que las personas felices tienen más éxito en el matrimonio, en la amistad y en el trabajo, así como que gozan de un mejor estado de salud.

Hoy en día conocemos algunos de los fac- tores relacionados con la felicidad. La edad, el género, el nivel educativo, el tener hijos, el grupo étnico, la inteligencia y el atractivo físico tienen muy poco o nada que ver con la felicidad. Las variables relacionadas mo- deradamente con la felicidad son el número de amigos, el estar casado –en general, las personas casadas reportan ser más felices–, la religiosidad o espiritualidad, la cantidad de actividades de ocio, la salud física, el ser cuidadoso al hacer las cosas y la extroversión.

¿Y, entonces, cuáles son los factores más relacionados con la felicidad? Pues la gratitud, el optimismo, el tener trabajo, la frecuencia con la que se tienen relaciones sexuales, el porcentaje de tiempo que uno siente afectos positivos, el nivel de felicidad de un hermano gemelo –si se tiene– y la autoestima.

Los estudiosos sugieren que la felicidad está compuesta por una base biológica invariable a la que le sumamos las circunstancias de nuestra vida, nuestra voluntad y las propias decisiones. Así como casi todos fluctuamos en torno a determinado peso, parece haber un elemento genético que de- termina que oscilemos dentro de cierto nivel de felicidad; pero podemos hacer que nos movamos en la zona superior de este.

La gratitud o la autoestima son algunos de los factores que más se relacionan con la satisfacción

Las circunstancias de la vida desempeñan un papel importante en nuestra felicidad. Hay, así, diferencias muy marcadas entre los habitantes de diferentes países, lo que sugiere que la felicidad depende, en buena parte, del contexto en el que vivimos, que no se trata solo de algo que esté “en nuestra cabeza”.

Tras analizar numerosos estudios sobre el dinero y la felicidad, los psicólogos Ed Diener y Robert Biswas-Diener concluyen que, por lo general, las personas más ricas son las que suelen estar más contentas con sus vidas, y que los habitantes de países desarrollados están más satisfechos que los de países pobres. Sin embargo, hay gente muy pobre que es feliz y millonarios infelices.

Se ha demostrado que, cuando una persona tiene muy poco dinero, un incremento en sus ingresos se refleja en un aumento impor- tante de su nivel de felicidad; pero, cuando los ingresos permiten cubrir ya ciertas necesidades, tener más dinero solo incrementa ligeramente la felicidad. Ed Diener y Robert Biswas-Diener afirman que, más que los ingresos absolutos, nuestras expectativas y actitudes con relación a lo material son las que tienen mayor impacto en la felicidad.

Martin Seligman asegura que la felicidad se sustenta sobre cuatro pilares que podemos desarrollar

Más allá de nuestra base genética y de nuestras circunstancias de vida, los expertos calculan que aproximadamente el 40% de nuestra felicidad depende de nosotros, de lo que nosotros hagamos para sentirnos más satisfechos con nuestra existencia. Martin Seligman, uno de los fundadores de la psicología positiva, afirma que la felicidad se sostiene sobre cuatro pilares: la vida placentera, la vida involucrada, la vida con significado y la vida relacional.

Con la vida placentera, Seligman se refiere a gozar de todos los placeres posibles, saborearlos y disfrutarlos al máximo. Además, se ha comprobado que nuestro placer se incrementa cuando compartimos esos momentos agradables con otras personas, los describimos en detalle, los recordamos o cuando somos plenamente conscientes de ellos en el momento en que se producen. Y es que un aspecto relacionado con la vida placentera, pero que va mucho más allá, es el de las emociones positivas, que incluyen el gozo, la gratitud, la serenidad, el interés, la esperanza, el orgullo, la diversión, la inspiración, el asombro y el amor.

Experimentar tres emociones positivas por una negativa nos ayuda a vivir con esplendor.

La investigadora Barbara Fredrickson ha detectado que, cuando experimentamos emociones positivas, mejora nuestra memoria, estamos más atentos, tenemos mayor fluidez verbal y permanecemos más receptivos a la información. Además, las emociones positivas “deshacen” los efectos fisiológicos de las emociones negativas y nos predisponen a explorar nuestro entorno, a experimentar y a aprender, lo que nos permite construir y crear cosas nuevas.

Existe una tasa o proporción de “positividad” necesaria para que las personas florez- camos, para que funcionemos óptimamente. Esta es de tres a uno: experimentar tres emociones positivas por cada emoción negativa que sintamos. La doctora Fredrickson ha desarrollado un instrumento que nos permite medir nuestros niveles de “positividad”. La versión en línea se encuentra en la web www.positivityratio.com (en inglés).

Sorprendentes son los resultados que obtuvieron Deborah Danner, David Snowdon y Wallace Friesen, de la Universidad de Kentucky, en una investigación que realizaron a fin de estudiar el impacto de las emociones positivas en la vida de las personas. Para ello, analizaron los ensayos autobiográficos de un grupo de 180 novicias, todas nacidas antes de 1917, al entrar en un convento en 1930. Sesenta años más tarde, los investigadores contaron cuántas emociones positivas expresaba cada novicia en sus escritos de juventud, y lo que encontraron fue asombroso: las monjas que expresaban más emociones positivas vivían, en promedio, diez años más que sus compañeras menos felices.

Cuanto más fluimos con lo que hacemos, más satisfechos nos sentimos con nuestra existencia.

El segundo pilar sobre el que, según Martin Seligman, se sustenta la felicidad es la vida involucrada; es decir, nuestra felicidad tiene que ver con estar activamente involucrados con el mundo. Cuando hacemos algo y le dedicamos toda nuestra atención, estamos totalmente absortos en ello y casi no nos damos cuenta del paso del tiempo, experimentamos una sensación de flow o de fluir de nuestra conciencia.

El doctor en psicología Mihaly Csikszent- mihalyi ha investigado este fenómeno y ha descubierto que fluimos cuando hacemos cosas que suponen un reto para nosotros y que requieren el desarrollo de nuestras ha- bilidades. Y cuantos más momentos de fluir experimentamos, más felices somos. Por ello, es importante que identifiquemos qué actividades nos hacen fluirjugar al ajedrez, tejer, resolver ecuaciones, practicar un deporte, hacer crucigramas, tocar el piano, la jardinería, dar una clase…– y que, deliberadamente, las incluyamos en nuestro día a día.

Otro aspecto de la vida involucrada tiene que ver con desarrollar y poner en práctica nuestras fortalezas y virtudes personales. Martin Seligman y Christopher Peterson, junto a sus colaboradores, han compilado una lista de fortalezas que se resumen en seis grandes virtudes:

• El conocimiento o sabiduría. Incluye las fortalezas de la curiosidad e interés por el mundo, el amor por el aprendizaje, el buen juicio, el pensamiento crítico y la mente abierta; el ingenio, la originalidad y la inteligencia práctica; la inteligencia social, per- sonal y emocional, y la capacidad de poner las cosas en perspectiva.

• El valor. Se concreta en el coraje y la valentía; la perseverancia, la diligencia e integridad y la honestidad.

• El amor y la humanidad. Encontramos la bondad y la generosidad, así como la capacidad de amar y de dejarse amar.

• La justicia. Abarca el sentido de ciudadanía y de deber; la lealtad y la capacidad para trabajar en equipo; la equidad y la capacidad de liderazgo.

• La templanza. Engloba el autocontrol, la prudencia, la discreción, la cautela, la humildad y la modestia.

• La trascendencia. Aquí encontramos el aprecio de la belleza y la excelencia; la gratitud; la esperanza, el optimismo y la orientación hacia el futuro; la espiritualidad, la fe, la religiosidad, el perdón y la caridad; el sentido del humor y la capacidad de juego, la chispa, la pasión y el entusiasmo.

Participar en una actividad que beneficie a los demás nos ayuda a encontrar un sentido a la vida

Cuando ponemos en práctica nuestras fortalezas personales, nuestro estado de ánimo y satisfacción vital mejoran. Un ejercicio interesante consiste en identificar nuestras fortalezas –lo podemos hacer respondiendo a un cuestionario especial–, escoger una y, durante una semana, usarla de maneras distintas a como lo hacemos generalmente.

Martin Seligman afirma que el tercer pilar de la felicidad es la vida trascendente. Esto implica que nuestra existencia no gire solo alrededor de nosotros mismos. Hay muchas maneras de utilizar nuestras capacidades a favor de causas que sean más grandes que nosotros: el arte, la ciencia, el activismo político, la ecología, la religión…

Los psicólogos Robert Emmons y Cheryl Crumpler han demostrado que, si conscientemente somos agradecidos, sentiremos que nuestra vida cobra mayor sentido e incluso que nuestro estado de salud es mejor.

Anotar cada noche en un cuaderno de qué nos hemos sentido agradecidos durante el día nos ayudará a promover nuestra felicidad. También podemos aumentar nuestra gratitud expresándola frecuentemente.

A cualquier edad, mantener unos vínculos positivos con otras personas mejora nuestro estado de ánimo.

Christopher Peterson dice que la Psicología Positiva se puede resumir en tres palabras: “Los demás importan” y desde hace años ha insistido en la importancia del cuarto pilar de la felicidad: el de las relaciones interpersonales positivas. Muchos estudios han detectado, una y otra vez, que nos deprimimos si estamos solos y que “revivimos” cuando nos encontramos acompañados. En general, experimentamos nuestros mejores estados de ánimo cuando estamos con nuestros amigos, desde la adolescencia hasta la vejez. Así que una de las cosas más sencillas que podemos hacer para estar más felices es interactuar con otras personas.

Pero no se trata simplemente de estar con los demás sino de la manera en la que estamos con ellos. Los investigadores Barbara Fredrickson y Marcial Losada descubrieron que la proporción de tres emociones positivas por cada emoción negativa también caracteriza las interacciones de los equipos exitosos en las empreas. El profesor emérito de la Universidad de Washington John Gottman ha detectado que las parejas felices tienen una tasa de cinco a uno: cinco interacciones positivas por una negativa.

Martin Seligman dice que la misión de la psicología positiva es “aumentar el tonelaje total de felicidad en el mundo”. Ojalá que cada uno pueda contribuir con unos gramos (¡o kilos!) a ese tonelaje de felicidad global.

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