Con la boca abierta

Con la boca abierta

Ayer mi hija me enseñó una fotografía en su ordenador: era una foto de 1963, en blanco y negro, publicada en la revista Life (www.life. com/image/92924576). En ella aparece un grupo de niños que observan algo. No se ve qué es, pero los chicos están literalmente boquiabiertos, claramente asombrados ante algo que resulta ser un espectáculo de marionetas. La imagen me hizo sonreír y me evocó cierta nostalgia. Sonreí al reconocer esa sensación de asombro que tenía cuando era niña. Y sentí nostalgia porque esa capacidad de asombro a veces parece endurecerse o casi agotarse con el tiempo y ante la constante innovación y estimulación de nuestra vida actual.

La capacidad de asombro es profundamente humana, pero solemos perderla a medida que nos hacemos adultos. Lo cierto es que, si nos fijamos, la vida está llena de pequeñas y grandes maravillas que nos dejan boquiabiertos. Cultivar la capacidad de asombrarnos cada día nos animará a apreciar más la vida y nos motivará para ser personas más altruistas.

Albert Einstein dijo: “Uno no puede dejar de asombrarse cuando contempla los miste- rios de la eternidad, de la vida, de la mara- villosa estructura de la realidad. Es suficien- te tratar de comprender un poquito de este misterio cada día; nunca perder esa sagrada curiosidad”. Las investigaciones actuales en el campo de la psicología positiva le dan la razón a Einstein, pues evidencian que el asombro es una de las emociones positivas que se correlacionan con el bienestar y el florecimiento humano.

La investigadora Barbara Fredrickson, de la Universidad de Carolina del Norte (ee. uu.), afirma que el asombro se relaciona con la inspiración y explica que sentimos asombro cuando nos topamos con “lo bueno a gran escala”, cuando nos sentimos sobrecogidos por lo grandioso. Nos puede asombrar la naturaleza, por ejemplo, la vastedad del océano o la perfección de una colmena. También nos puede asombrar la naturaleza humana cuando contemplamos su mejor cara: al observar unas pinturas rupestres pintadas hace miles de años, o cuando un cirujano puede operar con éxito el corazón de un feto que todavía está en la matriz de la madre para corregir un mal congénito.

Barbara Fredrickson, autora de Vida positiva (Norma Editorial), explica también que el asombro hace que nos detengamos por un momento y nos sintamos pequeños y humildes al sabernos parte de algo mucho más grande que no- sotros mismos. Por eso, el asombro, junto con la gratitud y la inspiración, están considerados por los psicólogos como emociones trascendentes, es decir, que nos llevan a ver más allá de nuestro propio yo, a sentirnos parte de la creación divina, o de la naturaleza, o de una nación, o de la humanidad…

Otros autores, como los profesores estadounidenses Dacher Keltner y Jonathan Haidt, descubrieron en un estudio conjun- to que el asombro incluye tanto la sensa- ción de vastedad –lo enorme de una montaña o de la bóveda celeste, por ejemplo– como la “colocación”. Esto se refiere a que, a veces, la magnitud de lo que presenciamos no “cabe” en nuestras estructuras mentales y necesitamos ampliarlas o cambiarlas. Este reto puede causarnos una confusión o desorientación temporal, pero también una sensación de “renacer” o incluso de “iluminación” al llegar a una nueva comprensión expandida sobre el mundo o sobre nosotros. Keltner y Haidt han observado que tener experiencias de asombro tiene un profundo impacto en las personas y las motiva para ser mejores, más altruistas y entregadas a su prójimo.

Aunque la sensación de asombro se asocia principalmente a cosas “enormes”, como una lluvia de estrellas fugaces, y a acontecimientos especiales, como ver a un atleta superar una marca olímpica, no olvidemos que también nos pueden asombrar las cosas pequeñas, desde la perfección de la tela de una araña hasta el funcionamiento perfectamente orquestado de nuestro propio cuerpo. No es difícil asombrarse ante lo grandioso, pero a veces nos olvidamos de ver, oír, oler y sentir con atención nuestro mundo día a día, que también está lleno de oportunidades para asombrarnos.

Otra fuente de asombro que muchas veces se queda sin explorar es la de la gente que nos rodea. A veces pensamos que alguien es una persona “común y corriente” o incluso aburrida, pero si hablamos con ella un rato, si nos interesamos por sus historias y experiencias, nos podemos encontrar con sorpresas sobre lo que ha hecho, lo que sabe, sus cualidades o sus talentos. Hace solo un par de días me enteré de que una de mis compañeras de trabajo va a donar un riñón a alguien que no es un familiar cercano. Me asombró su amorosa generosidad. El otro día supe que el taxista que habitualmente me lleva a la oficina es músico y toca en una banda de rock, además de ser fontanero, carpintero y electricista. Me asombró su versatilidad.

Como sucede con el resto de las emociones positivas, no solo podemos gozar de los momentos de asombro en nuestras vidas sino que podemos cultivar el asombro coti- diano. David Pollay, director ejecutivo de la ippa (siglas en inglés de la Asociación Inter- nacional de Psicología Positiva), ha escrito sobre un ritual de asombro que realiza diariamente desde hace más de doce años. Empieza el día acercándose a la ventana, abre la cortina y mira al exterior. Comienza por observar las cosas del medio ambiente que le llaman la atención y se deja llevar por esa fascinación. Esté donde esté, David Pollay siempre encuentra algo digno de asombro que le recuerda que el mundo es mucho más grande que él y sus problemas. Y lo expresa muy bien: “Cada vez que miro por la ventana, me doy cuenta de que el universo no gira en torno a mí sino que me incluye”.

Ahora te toca a ti: si pudieras di- señar un ritual personal de asombro, ¿qué harías? ¿Qué es lo que te ayuda a conectar con lo extenso y maravilloso del mundo? ¿Cuándo tiendes a sentirte asombrado? ¿Puedes incluir estas experiencias de manera deliberada en el día? ¿Qué pasaría si toda una familia, o un grupo de trabajo, o una escuela, comenzara el día, como David Pollay, con una dosis de asombro? Te invito a que hagas la prueba.

Responder a Lilia Catalina Ramirez MartinezCancelar respuesta

  • Desde hace algunos años he pensado que algo le hace falta a mi vida, hoy que leo estos comentarios puedo darme cuenta que es la capacidad de reconocer el asombro, ya que día con día lo vivo al observar a mi hijo, mi asombro es grande tan solo de pensar que lo tengo y que veo su desarrollo en todas sus magnitudes. felicidades por estos comentarios y tips tan verdaderos

  • Me encanto el tema tengo dos dias leyendote despues de escuchar un programa con fernanda Familiar me meti a tu pagina y aqui estoy, yo no sabia que tenia esa capacidad de asombro pero despues de leerte me di cuenta de esa capacidad que tengo, me asombra la Naturaleza, las Flores, los animalitos, sobre todo los perritos, las personas, aunque el asombro con las personas a veces es mas lo negativo que lo positivo. En fin me falta mas trabajar mas en la comunicacion con mis semejates creo, para comprenerlos.
    Saludos y gracias.

  • comprendo ahora el por que yo siempre he sido así, siempre queriendo mirar mas allá a lo que simplemente se ve, y no es otra cosa que la búsqueda del asombro, escudriño todo,desde una mirada, una risa, un atardecer, una noche sin luz artificial, oír con detenimiento el canto de los pájaros nocturnos, dormir al lado de un hombre que me gusta mucho, después de tiempo sin verlo y no hacer el amor, observar una tara del como un pedazo de rama seca puede moverse, por que un grillo verde aparece sin son ni ton sobre mi almohada. Así soy¡¡¡¡¡¡¡¡

  • Siempre he pensado que perder la capacidad de asombro es una señal de que algo anda mal en nosotros. Los niños se asombran de casi todo y muchos ancianos dicen frases del tipo: “a mí ya nada me asombra en este mundo”. Por supuesto no creo que sea cuestión de edad, pero sí creo que asombrarse es parte de una ingenuidad que nos permite gozar de lo inesperado, lo maravilloso, lo bello, etc. Cómo podríamos seguir aprendiendo si ya nada nos parece nuevo, digno de ser notado o acumulado en nuestras experiencias?

    Un saludo cariñoso, Margarita.

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      Gracias Noemí, perdona la tardanza en contestarte, Todavia no soy muy ducha en esto de las páginas red. A mí me gusta mucho lo que pones en Facebook.